- Esta tecnología será indispensable en la protección de datos personales y por ello se estima necesaria una regulación que evite su mal uso.

Más allá de la impresión dactilar, el reconocimiento facial es un sistema biométrico que adquiere importancia cada vez más por tratarse de una tecnología indispensable en la protección de datos personales.
Pero, precisamente debido a su importancia, son muchos los especialistas e instituciones que estiman necesaria una regulación que evite su mal uso.
En todo caso, la evolución de la biometría como forma de pago ha hecho que la realidad vaya superando paso a paso a la ficción.
Nuestro rostro, un modo de pago
Con el reconocimiento facial nuestro rostro se convierte en un modo de pago, algo que ya ha venido ocurriendo desde hace unos años con programas pilotos como el desarrollado por Visa en 2018, en el cual una nueva tarjeta de crédito recurre a un sensor de impresión dactilar como alternativa a la firma o al PIN.
Igualmente, Mastercard incorporó una solución biométrica para proteger las transacciones en su sistema de pagos digitales.
Se trata de soluciones prácticas con altos niveles de seguridad porque nos reconocen a través de aspectos como la impresión dactilar, la voz, el ADN o hasta las venas de las manos.
Una apuesta definitiva
En los últimos 15 años el uso de esta tecnología ha ido penetrando poco a poco, sobre todo con la irrupción de los teléfonos inteligentes. Fue así como el Toshiba G500 introdujo en 2007 el lector de huellas dactilares.
Más adelante vimos que Apple presentaba en 2013 el Touch ID, que conjugaba un botón y lector de huellas y ya para 2017 presentó al mundo su primer Smartphone con Face ID, apostando definitivamente por el reconocimiento facial. Por supuesto, esto fue imitado por gran cantidad de fabricantes.